Huella de carbono

Un joven viticultor manchego ha revolucionado su método de riego sustituyendo el gasoil por la energía solar produciendo de manera eficiente con menos huella de carbono para lo que ha contado con el apoyo de la empresa Novagric.

Sergio Parra es un joven viticultor de Tomelloso (Ciudad Real) que decidió cambiar el sistema de riego de sus viñedos al reemplazar el antiguo motor en sus dos fincas con una solución de bombeo solar.

Su familia siempre se ha dedicado al cultivo de vid en espaldera, pero fue en 2017, aprovechando la financiación recibida como joven emprendedor, cuando implementó en su finca de 32 hectáreas un sistema de placas solares con células fotovoltaicas que transforman la energía solar en eléctrica. Al año siguiente, hizo lo mismo en su otra finca de 5 hectáreas. Al respecto ha señalado que «pasamos de un riego gastando gasoil a una automatización total de riego por electroválvulas y riego de bombeo solar». Ambas instalaciones cuentan con un sistema automatizado y de control remoto para el riego y la fertiirrigación, junto con sondas de humedad, logrando así un riego por goteo óptimo y más homogéneo. «Todo para obtener el máximo ahorro de agua y una buena eficiencia energética», ha comentado.

Si Parra no hubiera apostado por las energías limpias, con las dos fincas se habría gastado un total de casi 25 mil euros. Además, hay que añadir el mantenimiento que requieren estos sistemas. Ahora, desde que cuenta con la instalación de bombeo solar, su riego ha pasado a costarle cero euros. Aunque la instalación supone realizar un gasto inicial, Parra calculó que en un plazo estimado de tres años es posible recuperar la inversión, y una vez amortizadas, como él dice, «el riego sale gratis todos los años».

El joven viticultor ha indicado que una de las ventajas ha sido contar con el apoyo de Novagric (Novedades Agrícolas, S. A). que le ha acompañado en todas las fases del desarrollo del proyecto, desde el diseño de la instalación, el montaje, instalación y puesta en funcionamiento, lo que le ha dado «tranquilidad y seguridad».

Sergio Parra ha apuntado que «al principio daba miedo» porque a pesar de estar muy contento con el proyecto, fue el primero de la zona en apostar por el riego con bombeo solar. Por este motivo ha animado a que los agricultores den el salto al cultivo sostenible con energías limpias. Y, si deciden hacerlo, sugiere que lo acompañen con automatizaciones ya que «te permite acceder al riego desde cualquier parte del mundo», ha concluido.

https://novagric.com

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J. Vigas, junto con el Instituto Catalán del Corcho (ICSuro) y la consultoría ReMa Ingeniería, ha elaborado el cálculo de la huella de carbono, en el que se ha analizado el proceso productivo en las distintas sedes de la empresa hasta el final de la vida útil del producto.

El estudio ha sido elaborado siguiendo las directrices de la UNE-EN 14067:2018 -Gases de efecto invernadero. Huella de carbono de productos. Requisitos y directrices para cuantificación- y cumple los requisitos de las normas internacionales de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) UNE-EN ISO 14040:2006 y UNE-EN ISO 14044:2006.

El estudio concluye que el proceso de producción de J·Vigas tiene un impacto de 24.07 gramos de CO2 por tapón. «Esta es la cifra que para nosotros es estratégica, porque es donde podemos incidir para reducirla. Poder identificar las etapas del ciclo de vida del tapón con mayores impactos ambientales nos ayuda a impulsar acciones de mejora, optimizando nuestro proceso productivo mediante un Plan de Sostenibilidad», ha manifestado Raquel de Nadal, directora de Sostenibilidad e Innovación de J·Vigas.

Para conocer la huella de carbono del corcho antes de entrar en el proceso productivo, el ICSuro ha analizado diferentes estudios existentes de retención de carbono de los alcornocales, en concreto los estudios de Montero, G. et al. (2005); Pereira, J.S. et al. (2007); Gracia, C. et al. (2010); Costa-e-Silva, et. Al. (2015) y Spampinato, G. et. Al. (2018). Dichos estudios proponen cifras de secuestro de carbono de los alcornocales entre -1.9 y 11.0, toneladas de CO2, por hectárea y año. A nivel informativo y para una mayor objetividad, se ha tomado como referencia la media de los diferentes resultados, es decir, -4.8 toneladas de CO2 retenidas por cada hectárea de alcornocal en un año.

Con el fin de obtener un resultado más preciso, el ICSuro ha analizado también los servicios ambientales que representa el sector corchero en relación a los bosques de alcornocales. Se tomó como referencia el estudio de Rives, J. et. al. (2013) que estima que el sector corchero representa el 28% del valor económico de dichos servicios ambientales, por lo que el sector corchero no debería adjudicarse todas las toneladas de CO2 retenidas por los alcornocales sino tan solo dicho 28%.

El estudio de Sierra-Pérez, J. et al. (2015) considera que, de una hectárea se extraen de promedio 107 kg de corcho por año (promedio anualizado de un periodo de saca), del cual el 70% es corcho apto para fabricar tapones. Teniendo en cuenta estas consideraciones, antes de entrar en el proceso productivo, cada tapón de corcho para vino tranquilo fija -69.12 gCO2. Si se suma esta cifra (-69.12 gCO2) al resultado del estudio del proceso productivo de la empresa (24.07 gCO2) se obtiene como resultado que cada tapón retiene -45.05 gramos de CO2.

«Si tomáramos como referencia los datos de los estudios más interesantes a nivel comercial (las -11 toneladas de CO2 por hectárea en lugar de la media de -4.8, un aprovechamiento mayor del corcho y obviando el porcentaje del 28% de servicios ambientales), el resultado para J·Vigas sería que retiene -380.39 gramos de CO2 por tapón de corcho», ha afirmado Raquel de Nadal, que ha añadido que «sin embargo, consideramos mucho más real la cifra de -45.05 gCO2porque responde a unos criterios más estrictos a nivel científico, aunque a nivel comercial no sea tan espectacular».

Por último, Nadal ha indicado que «no existe una norma UNE que harmonice un método de cálculo para la huella de carbono, por lo que nuestro propósito, más allá de su valor, ha sido desarrollar un cálculo que pueda servir para una futura estandarización, con el objetivo de dar respuesta a la demanda del sector vitivinícola».

www.jvigas.com

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El bosque de más de nueve millones de limoneros de la cuenca mediterránea española retiene un total de 360.550 toneladas de CO2 al año, con lo que es claramente fijador de gases de efecto invernadero, según figura en el informe ‘Huella de carbono del sector del limón en España’, realizado por la Asociación Interprofesional del Limón y Pomelo de España (AILIMPO).

«El limonero es el cultivo que consigue valores superiores de fijación de carbono con respecto a otros cítricos y el resto de las especies arbóreas», han apuntado desde la interprofesional. Y aunque el sector también desprende emisiones durante su actividad (49.300 t al año), «estas son mínimas en comparación con los gases que captura».

El informe llevado a cabo por AILIMPO cuantifica la huella de carbono del sector desde el campo a la mesa. Así, los resultados obtenidos concluyen que cada limonero captura 22,6 kg de CO2 al año, mientras que un kilo de limones frescos que el consumidor compra retiene unos 263 gramos de CO2. En definitiva, «el bosque de limoneros de España es un aliado en la lucha contra el cambio climático, ya que es sumidero de las emisiones que de media al año generan en nuestro país un total de 62.500 personas». Además, el cálculo de la huella de carbono forma parte de la política de sostenibilidad de esta entidad en el eje medioambiental, en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 13 de Naciones Unidas (ONU) de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

Las elevadas cifras de fijación de gases de efecto invernadero vienen determinadas por las formas de cultivo que aplica el sector del limón. De esta manera, el aumento de la superficie de producción ecológica en la última década contribuye a una mayor captura de CO2. En este sentido, «la incorporación de restos de poda supone la reducción de la evaporación de agua del suelo y un aumento de materia orgánica en el terreno que almacena más gases contaminantes».

Por otro lado, la optimización del riego y el uso de técnicas como sondas de humedad, mallas de acolchado para reducir la evaporación o la técnica del riego deficitario controlado «conllevan una reducción del consumo de agua y, por tanto, una menor necesidad de energía para el riego, reduciendo emisiones». Desde AILIMPO han indicado que «dado que el 92% de la superficie de limón cuenta con sistemas de riego localizado sin laboreo del suelo, no se consumen combustibles fósiles en el acondicionamiento del terreno. Y la no labranza conlleva una menor actividad de mineralización de la materia orgánica, lo que favorece la fijación de mayor cantidad de carbono en el suelo».

A pesar de los buenos datos que se desprenden de este informe, desde el sector del limón continúan trabajando para reducir aún más las emisiones que se generan durante el transporte desde las explotaciones agrícolas (18.122 t de CO2); en el manipulado en los almacenes o industrias (19.705 t CO2) y en el procesado (11.472 t CO2).

Al respecto, el sector está implementando medidas para mejorar aún más los niveles actuales de fijación de gases de efecto invernadero promocionando el fomento de la agricultura ecológica; la innovación en la eficiencia del riego y la optimización en el uso de agua y fertilizantes; la inversión en energías renovables en las explotaciones; o la modernización de la maquinaria agrícola y de las flotas de vehículos por otros con menores emisiones o que empleen energías alternativas a las fósiles. 

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El suelo es uno de los mayores reservorios de carbono en los ecosistemas terrestres, ya que en el proceso de secuestro de CO2 contribuye en gran medida a reducir los gases de efecto invernadero. En este enfoque, se ha basado la tesis doctoral del investigador del Departamento de Química Agrícola, Edafología y Microbiología de la Universidad de Córdoba (UCO), Manuel González Rosado, que trabaja dentro del proyecto europeo Diverfarming y que ha explicado que el suelo del olivar mediterráneo «tiene una enorme capacidad para secuestrar carbono ya que, durante muchos años, se han empleado malas prácticas que han conllevado la pérdida de CO2, como el laboreo convencional o el no laboreo a base de herbicidas».

De los suelos de las parcelas de Jaén donde se ha llevado a cabo el estudio, González Rosado ha comentado que «tienen un gran potencial, porque existe mucha disponibilidad de almacenamiento, lo cual da la oportunidad de secuestrar carbono y hacer que permanezca con las prácticas agrícolas adecuadas».

Entre los manejos estudiados que ayudan a la captación de carbono se encuentra la introducción de cubiertas vegetales entre las calles del olivar que, además, previenen la erosión del suelo, algo que se dibuja como uno de los principales problemas de los olivares andaluces. El investigador de la UCO ha señalado que, anualmente, «se pierden en estos cultivos cantidades por encima de las 10 toneladas desuelo por hectárea y año, especialmente altas cuando se aplican prácticas de no laboreo y suelo desnudo con herbicidas». Para añadir al respecto que «esto podría revertirse con la implementación de cubiertas, ya que la erosión podría llegar a reducirse enormemente». Por este motivo, considera casi «obligatorio» un cambio de manejo que «implique la inclusión de cubiertas vegetales y que aumentan también la productividad y propician la regeneración de las propiedades del suelo mejorándolas». En el lado opuesto, ha indicado que «las prácticas de laboreo convencional y no laboreo con suelo desnudo son insostenibles para conseguir objetivos como los de la iniciativa ‘4 por 1.000’, que propone un incremento de carbono en el suelo de un 0,4% en los primeros 40 cm del suelo».

En su tesis, Manuel González Rosado ha querido ir un paso más allá, estudiando no solo esta capa superior sino también los demás estratos del suelo. Así, considera relevante tener en cuenta el horizonte profundo en el almacenamiento de carbono pues los efectos varían. «Analizamos perfiles completos de hasta 120 cm de profundidad y vimos que se almacenaba casi el 50% de carbono en esas capas inferiores», mientras que si solo se hubieran quedado con los primeros 40 cm «los cambios no habrían sido significativos», ha apuntado.

De hecho, varía el resultado incluso dentro de la misma parcela, en cuestión de la profundidad a la que se haga referencia. Por eso, «es importante estudiar la manera en la que el carbono, no solo se almacena, sino también en la que se mantiene en profundidad, ya que dependiendo de la fracción del suelo en la que se encuentre el carbono tendrá una mayor o menor estabilidad».

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La International Wineries for Climate Action (IWCA) ha anunciado que Bodega Emina (D.O. Ribera del Duero), de las Bodegas Familiares Matarromera, y la australiana Cullen Wines se han unido a la asociación en su misión de descarbonizar el sector vinícola mundial. Como miembros candidatos, ambas bodegas se han comprometido a implementar medidas de forma inmediata para reducir sus emisiones de carbono en un esfuerzo para paliar la grave crisis climática.

Creado en febrero de 2019 por Familia Torres y Jackson Family Wines (EUA), IWCA es un grupo de trabajo colaborativo que aborda el cambio climático mediante estrategias innovadoras de reducción de las emisiones de carbono. El objetivo es que todos sus miembros reduzcan su huella de carbono en un 50% en 2030 y tengan un impacto positivo sobre el clima en 2050 contemplando los alcances 1, 2 y 3.

Para ser miembro, IWCA solicita a los candidatos que generen mediante instalaciones propias al menos el 20% de la energía renovable consumida en la bodega, que hayan reducido un 25% las emisiones de CO2 por botella de vino producido y que hayan completado una auditoría anual de gases de efecto invernadero (en los alcances 1, 2 y 3) utilizando la metodología del Protocolo de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del Instituto de Recursos Mundiales (siguiendo la norma ISO 14064) y verificada por un auditor externo acreditado internacionalmente.

El mes pasado, Bodega Emina y Cullen Wines participaron en la segunda reunión virtual de IWCA para debatir el plan de acción de este grupo, a través de la incorporación de nuevos miembros y el intercambio de experiencias en la reducción de emisiones. En esta ocasión, Familia Torres compartió su experiencia sobre el uso de una caldera de biomasa en combinación con una máquina de frío por absorción, que enfría el agua gracias al calor de la caldera. Esta solución combinada les ha permitido reducir el consumo de gas en un 95%, el de electricidad en un 10% y evitar la emisión de 1.300 toneladas de CO2 al año. Además de los dos nuevos miembros, en la reunión participaron los cofundadores Familia Torres y Jackson Family Wines (EUA), así como las bodegas Alma Carraovejas (España), Silver Oak y Spottswoode Estate (EE. UU.), Symington Family Estates (Portugal), VSPT Wine Group (Chile) y Yealands Wine Group (Nueva Zelanda).

Durante la reunión se presentaron y debatieron los resultados provisionales de los grupos de trabajo que abordan las técnicas para el secuestro de carbono (‘Carbon Farming’) y el desarrollo de la calculadora simplificada de emisiones (‘Streamlined Emissions Calculator’). Esta herramienta de cálculo de GEI es especialmente interesante ya que facilitaría el procedimiento de solicitud de incorporación a IWCA por parte de bodegas pequeñas al no precisar los servicios de una consultoría externa. También se comentaron los pasos a seguir para convertir IWCA en una entidad sin ánimo de lucro.

La próxima reunión virtual de IWCA está prevista para mediados de 2021.

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La huella de carbono es un indicador ambiental que cuantifica las emisiones de gases de efecto invernadero liberadas a la atmósfera debido a la producción y comercialización de un producto. La agricultura es el único sector productivo con capacidad de capturar dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera (por la biomasa aérea, las raíces y el suelo); en especial las plantaciones arbóreas como el olivar por las dimensiones de su biomasa y su periodo de vida.

Todolivo, empresa pionera en el desarrollo sostenible del Olivar en Seto, ha promovido y financiado un estudio sobre el balance o la huella de carbono en el aceite de oliva, que le ha encargado al Grupo ‘Eco–efficient Cropping Systems’, de la Universidad de Córdoba (UCO), liderado por el catedrático de Agronomía, Luis López Bellido. En el mismo, en una plantación de Olivar en Seto de 21 ha de la variedad Arbequina, en la finca ‘El Cercado de San Luis’ (Córdoba), con 22 años de edad, una densidad de plantación de 1.975 árboles/ha y una producción media anual de aceite de 1.797 kg/ha, fue calculada la huella o balance de carbono generada por la producción de aceite. Para ello, fueron determinadas la captura de carbono realizada por la biomasa del olivar (parte aérea y raíces) y el suelo a 0–90 cm de profundidad (3.736 kg CO2/ha/año); las emisiones de dióxido de carbono (CO2eq) derivadas de todas las prácticas de cultivo (830 kg CO2/ha/año), y las emisiones de CO2eq generadas durante todo el proceso de elaboración y envasado del aceite (0,38 kg CO2eq/litro).

Todolivo ha indicado que la huella de carbono de la plantación registró un balance positivo de 1,24 kg CO2eq/litro de aceite (siendo la captura o secuestro de carbono de la plantación superior a las emisiones generadas por el manejo del cultivo y el proceso de elaboración del aceite), lo cual representa un secuestro medio de CO2 anual de la plantación de 46,7 toneladas de CO2.

www.todolivo.com

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La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA–ASAJA) y LA UNIÓ de Llauradors i Ramaders lanzan un claro mensaje a la gran distribución alimentaria para que no importen y vendan productos agrarios procedentes de países terceros, mientras tengan a su disposición esos mismos alimentos de calidad producidos en nuestro territorio, debido al tremendo impacto que esa estrategia comercial acarrea sobre el cambio climático.

Ambas asociaciones consideran que las firmas comercializadoras deben demostrar su preocupación y sensibilidad por el medio ambiente dando prioridad a productos de proximidad que generan una menor huella de carbono. No tiene ningún sentido, entienden desde el sector productor, sustituir en los lineales la producción autóctona de temporada por foránea, puesto que los productos agrarios venidos desde países no miembros de la UE presentan menores estándares de carácter medioambiental que los producidos bajo la legislación comunitaria y comportan mayores emisiones de gases de efecto invernadero a través de un transporte que, en muchos casos, supera los 10.000 kilómetros de distancia.

Por ello, AVA–ASAJA y LA UNIÓ solicitan que las políticas agrarias de la Unión Europea (UE), en forma de tratados con países terceros, y las estrategias de la gran distribución en materia alimentaria contemplen las importaciones agrarias de ultramar únicamente como un complemento puntual a la producción comunitaria y en ningún caso acaben siendo utilizadas para sustituirla y desplazarla del propio mercado europeo.

Los agricultores también solicitan la implicación de las asociaciones de consumidores a fin de que trasladen la importancia de que la ciudadanía, a la hora de comprar, sea más selectiva y apueste por alimentos que garantizan la máxima trazabilidad, frescura, salud, sostenibilidad ambiental y, al mismo tiempo, favorezca la recuperación económica de la UE.

El presidente de AVA–ASAJA, Cristóbal Aguado, y el secretario general de LA UNIÓ, Carles Peris, razonan que «es crucial que todos los actores que intervienen en la cadena alimentaria colaboren activamente en la lucha contra el cambio climático. Los agricultores europeos cumplimos los métodos de producción más respetuosos con el medio ambiente y creemos lógico, justo e imprescindible que el resto de agentes también arrimen el hombro dando preferencia comercial a la producción agraria local mientras haya de calidad. Lo contrario significa un atentado al medio ambiente y una evidencia fehaciente de que estas empresas no actúan en consonancia con la responsabilidad social corporativa que pregonan en su lucha contra el cambio climático».

La reivindicación de ambas organizaciones agrarias cobra especial fuerza a las puertas de una campaña citrícola donde se prevé una oferta europea ajustada a la demanda, así como ante las temporadas de uva, arroz, caqui, almendro, cereales y otras producciones agropecuarias valencianas que afrontan graves dificultades comerciales a causa de la Covid–19.

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La Universidad de Córdoba (UCO) ha autentificado que la plantación de olivar en seto de veinte años de edad, perteneciente a la finca ‘El Cercado de San Luis’, plantada y gestionada con el ‘Sistema Todolivo Olivar en Seto’, tiene un balance positivo de huella de carbono. Esta es la conclusión a la que ha llegado el Grupo Eco–Efficient Cropping Systems de la UCO, liderado por el catedrático de Agronomía, Luis López Bellido (pionero en estudiar la huella del carbono en el olivar), tras analizar la plantación de olivar en seto, realizada por Todolivo en 1999 con la variedad arbequina en ‘El Cercado de San Luis’, finca ubicada Villarrubia (Córdoba). El mencionado grupo ha certificado que esta explotación tiene una huella de carbono positiva, lo cual le ha permitido capturar de media todos los años 46.686 kg de CO2 atmosférico, llegando incluso a capturar algún año hasta 74.620 kg CO2.

Los resultados obtenidos, según ha manifestado dicha corporación y Todolivo han sido «muy buenos», a pesar de que el suelo de esta finca cuenta con una limitación físico–química que dificulta el normal desarrollo de la plantación. Las capturas de carbono realizadas por la biomasa del olivar (parte aérea y raíces) y el suelo ha superado con creces a las emisiones de dióxido de carbono derivadas del manejo, así como de los gastos energéticos ocasionados durante el proceso de elaboración del aceite de oliva virgen extra, lo que ha permitido que el balance de secuestro de carbono haya sido muy positivo.

 

Muestras a distintas profundidades
Para realizar los trabajos de campo para analizar la huella de carbono en esta finca se arrancaron tres olivos representativos y se tomaron muestras de suelo a diferentes profundidades para calcular dicha captura de carbono por la biomasa y por el suelo.

Tras analizar estos datos, se ha concluido que la plantación de olivar en seto presente en dicha finca captura 3.736 kg CO2/ha/año. Para hallar el balance de la huella de carbono, es decir, la captura neta que se produce en la finca de dióxido de carbono, habría que restarle a la anterior cifra, las emisiones ocasionadas durante el manejo del cultivo (830 kg de CO2/ha/año) y las producidas durante el proceso de obtención y envasado del aceite de oliva virgen extra (0,38 kg CO2 eq/litro). Una vez realizada esta operación, y teniendo en cuenta que la finca tiene una media productiva de 1.797 litros de aceite/ha y posee 21 ha plantadas, la captura media neta que se produce de dióxido de carbono es de 46.686 kg/ha/año, o lo que es lo mismo, se capturan 1,24 kg de CO2 eq por cada litro de aceite producido en la finca. Según los investigadores, se trata de una cifra equivalente al CO2 emitido por 40 coches durante todo un año (para este cálculo se ha supuesto que cada coche ha recorrido una media de 10.000 km/año y emitido 117 gramos de CO2 /km).

Todolivo, en virtud a un convenio de colaboración firmado en 2018 con el Grupo Eco–Efficient Cropping Systems de la UCO, ha informado que prestará este servicio para todos aquellos clientes que deseen calcular el balance de la huella de carbono en sus explotaciones y aceites. Una vez realizado dicho estudio, el cliente podrá acreditar en la etiqueta de su aceite, mediante un sello oficial que facilitará este Grupo, los kg de dióxido de carbono que se capturan de la atmósfera por cada litro de aceite que se produce en la finca objeto del mismo.

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¿Son los impuestos la solución al cambio climático?

Los expertos reunidos en las VIII Jornadas Ambientales, organizadas por la Universidad de Barcelona (UB), Familia Torres y el meteorólogo y profesor de la UB, Tomàs Molina, han coincidido en señalar que el impuesto al carbono es una solución eficaz para descarbonizar la economía –aunque no la única–, y frenar el calentamiento global, y debería hacerse de manera globalizada y coordinada entre todos los países para garantizar el éxito y aceptación por parte de los ciudadanos. También instaron a los gobiernos a actuar de inmediato, ya que en la actual situación de emergencia climática ya no cabe ningún tipo de excusas.

Estas son las principales conclusiones del certamen celebrado el miércoles 5 de junio, en el edificio histórico de la UB, en el centro de Barcelona, bajo el lema ‘¿Son los impuestos la solución al cambio climático?’, que contó con la participación de una docena de expertos nacionales e internacionales y la asistencia de unas 200 personas. La inauguración corrió a cargo del conseller de Territorio y Sostenibilidad de la Generalitat de Catalunya, Damià Calvet, del presidente de Familia Torres, Miguel A. Torres, y del vicerrector de Doctorado y Promoción de la investigación de la UB, Francesc Xavier Roigé.

El conseller Calvet ha defendido la fiscalidad al carbono, a pesar de las dificultades con las que se están encontrando. Así, ha manifestado que «hay que recaudar de manera más eficiente para dar las señales correctas e invertir en energías bajas en carbono».

Miguel A. Torres ha apuntado que «los políticos deben ser conscientes de la extrema gravedad del cambio climático» y ha criticado que en la actualidad hay más subvenciones al petróleo que a las renovables, mientras que Roigé ha definido el cambio climático como «el mayor desafío de nuestra historia».

La vicerrectora de Igualdad y Acción Social de la UB, Maite Vilalta, ha sido la encargada de centrar el tema de los impuestos desde el punto de vista académico, entendiendo los gravámenes climáticos como «mecanismos para penalizar o castigar bienes con externalidades negativas».

Jeroen Van den Berg, profesor de investigación del ICREA en el ICTA–UAB y catedrático de economía ambiental en la Universidad Libre de Ámsterdam, ha asegurado que sin una política armonizada que implique a todos los países e incluya impuestos al carbono, no se solucionará la emergencia climática.

En su intervención, Emilio de las Heras, experto en financiación internacional y autor del blog Cambio Climático y Economía del diario Expansión, ha indicado que «España necesita una ley ambiciosa de fiscalidad climática», con un cargo al carbono de forma progresiva.

Gemma Barricarte, portavoz de Fridays for Future Barcelona, se ha lamentado de la inacción de los gobiernos y los ciudadanos para frenar el desastre climático. Así, ha comentado que «la continuidad de la vida en el planeta tal como la conocemos está al borde del abismo», resaltando que la reducción de emisiones es la única vía posible «para asegurarnos un futuro».

En su ponencia, Dave Sawyer, economista jefe del Instituto para el Clima y el Desarrollo Limpio de Canadá, ha explicado el caso ejemplar de Canadá con el impuesto al carbono, destacando la coordinación existente entre el gobierno federal y los gobiernos provinciales para establecer los objetivos y políticas adaptadas a las necesidades de cada lugar.

El periodista Josep Cabayol, moderador de la mesa redonda, ha enfocado la emergencia climática desde un punto de vista humano, destacando que «según la OMS, 800 mil personas sufren una muerte prematura por las malas condiciones del aire en Europa». En el debate Javier Martin–Vide, catedrático de Geografía Física de la UB, ha repasado los efectos del cambio climático con casos reales, como la aceleración de 19 días de la floración del olivo comparado con el siglo pasado. Enric Tello, catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la UB, ha puesto el foco en la congruencia del mensaje que proyectan los medios de comunicación, y Aida Vila, Project Manager de Integrity en GreenPeace Internacional, ha señalado que parte de la problemática es del sistema, que hace que se asocie la búsqueda de la felicidad con el crecimiento personal y colectivo, afirmando al respecto que «vivimos en un sistema que nos desconecta del medio ambiente».

Laura Rahola, responsable de prensa de la Representación de la Comisión Europea en Barcelona, ha expuesto las conclusiones de la jornada, asegurando que «tenemos los instrumentos y los estudios necesarios para que nuestros gobiernos actúen, con acciones coordinadas y con un gravamen al carbono que implique la devolución de las recaudaciones a la ciudadanía, ya que el aumento de precio podría ser la solución para cambiar los hábitos de consumo». Por su parte, el meteorólogo Albert Barniol, conductor de la jornada, ha dicho que los medios de comunicación tienen el compromiso de informar sobre esta problemática.

Asimismo, en el marco de estas VIII Jornadas Ambientales se ha entregado el ‘VI Premio Torres & Earth a la Innovación Ambiental’, que ha recaído en el estudio ‘Potabilización del agua y gestión de los residuos de Madina Souane’, de los estudiantes de Ciencias Ambientales de la UB, David Asensio, Gemma Bargalló, Lucia Blanc y Mar Pradell.

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La empresa vitivinícola española Familia Torres y la estadounidense Jackson Family Wines crearán un grupo de trabajo integrado por bodegas de todo el mundo para sumar esfuerzos en la reducción de emisiones de CO2. El objetivo es promover la actuación de la comunidad vitivinícola mundial para atenuar y revertir los efectos del cambio climático a través de la descarbonización del sector, estableciendo un compromiso común: reducir en un 80% el total de sus emisiones de carbono directas e indirectas (alcances 1, 2 y 3) para el año 2045.

Ambas bodegas familiares, que han reducido más del 25% el total de sus emisiones de CO2 desde que empezaron a auditar sus respectivas huellas de carbono, pretenden crear un espacio de colaboración que fomente la puesta en común de las mejores prácticas encaminadas a reducir los efectos que el cambio climático tiene en el viñedo y en la actividad vinícola, según han anunciado en un comunicado conjunto. Así, «se dará prioridad a las bodegas que reconozcan el cambio climático como la mayor amenaza para el sector y que se orienten hacia la necesidad urgente de emprender acciones estratégicas que aceleren la implementación de soluciones innovadoras para hacer frente al calentamiento global».

El esfuerzo colaborativo del grupo de trabajo, bajo el nombre de ‘International Wineries for Climate Action’, empezará definiendo un marco para entender y medir los progresos de cara al objetivo marcado, que contemplan tres elementos clave:

  • Establecer un punto de referencia a partir de las emisiones de carbono actuales en los alcances 1, 2 y 3 mediante el balance de las emisiones de gases de efecto invernadero, auditado por una empresa externa reconocida internacionalmente.
  • Adoptar las directrices establecidas en 2015 por la Conferencia COP21 y el Acuerdo de París para emplear un enfoque científico en la reducción de las emisiones.
  •  Utilizar como mínimo un 20% de energías renovables generadas mediante instalaciones propias para cubrir el consumo energético de la bodega.

Katie Jackson, vicepresidenta de responsabilidad corporativa de Jackson Family Wines, ha señalado que «nuestro objetivo común es ir más allá de las conversaciones en torno a la urgencia del cambio climático y colaborar en soluciones escalables para reducir la huella de carbono de todo el sector». Por su parte, Miguel A. Torres, presidente de Familia Torres, ha indicado que «estamos tan solo al comienzo de esta iniciativa, pero esperamos que sea el pistoletazo de salida, el impulso que anime a otras bodegas a unirse a nosotros para acelerar o iniciar la implementación de programas de reducción de las emisiones de carbono».

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