Artículo de opinión de Cirilo Arnandis, presidente del Grupo de Trabajo de Cítricos de Cooperativas Agro–alimentarias de España.
Cooperativas Agro–alimentarias de España ha solicitado su baja de la interprofesional citrícola, Intercitrus. Como presidente de la sectorial citrícola de esta organización me gustaría explicar nuestra decisión, consensuada y muy meditada. Cooperativas decide dar ese paso –tan frustrante, como inevitable– no como un punto final, sino como el principio de otra etapa, otro proyecto, quizá.
No hace falta que recordemos en detalle el recorrido de Intercitrus, que ya tiene más de 25 años. La historia simplemente se podría resumir en tres actos.
Primero, una fase de más de una década, en la que la organización fue pionera y logró aglutinar los intereses del sector citrícola español generando un foro de diálogo e intercambio y –sobre todo– construyendo un proyecto de promoción del consumo, precursor, materializado a iniciativa de productores, cooperativas, comercio e industria, que recibió el respaldo de las administraciones y el reconocimiento del sector citrícola español.
Sin ser pretencioso ni resultar excesivamente nostálgico, creo que no es exagerado afirmar que Intercitrus fue entonces un modelo a seguir para otras interprofesionales españolas y quien abrió camino para que el sector agroalimentario español emprendiera acciones colectivas de promoción sectorial al amparo de la política que las apoyaba desde Bruselas. Actualmente hay 26 interprofesionales reconocidas en España, muchas de ellas con exitosas campañas de promoción plurianuales en marcha, beneficiarias de ese apoyo financiero comunitario.
Segundo acto: en un momento dado, los miembros de la organización fuimos incapaces de poner nuestros objetivos comunes por delante de algunos particulares y, de la noche a la mañana, se apagó la luz, en 2012. Se paralizó la promoción, se perdieron los fondos públicos, se entró en una fase de latencia y la interprofesional desapareció del mapa.
Tras 8 años de oscuridad (que cada uno habrá sobrellevado como habrá podido –en mi caso con una profunda rabia e impotencia–), en 2020, decidimos encender, otra vez juntos, una candela. Cooperamos todos generosamente y fuimos capaces de actualizar administrativamente la organización, de dotarle de medios físicos y personales y de reanudar cierta actividad de interlocución (interna, además de con las administraciones autonómicas, estatales, comunitarias y con otras organizaciones europeas) que resultó de gran utilidad, particularmente en el terreno de la política fitosanitaria. En efecto, la interprofesional contribuyó al empujón final necesario para que España recibiera de Bruselas ¡por fin! un refuerzo de la protección fitosanitaria en la frontera de la UE que llevábamos años reclamando. Fueron años de muy buena predisposición por todas las organizaciones miembro y no puedo sino reconocer la generosidad de las tres personas que han ocupado sucesivamente la presidencia, así como la implicación de la directora de la organización, durante este periodo que sería el ‘tercer acto’.
Consensuar un modelo de contrato de compraventa
En verano de 2022, Cooperativas Agro–alimentarias de España accedió a la presidencia y propuso dos grandes objetivos para su mandato anual, a través de los cuales consolidar el relanzamiento de la interprofesional: uno, consensuar un modelo de contrato de compraventa de mandarinas y naranjas y, dos, relanzar un proyecto de promoción del consumo de ambos productos. Esos mismos objetivos guiaron también nuestra actividad como vicepresidentes en la campaña 2023/24.
El primero objetivo, podría haber sido inmediato, si se hubiera optado por –simplemente y modestamente– plasmar en un contrato tipo estrictamente las estipulaciones referidas en la nueva ‘Ley de la Cadena’, es decir, las mismas condiciones que se están –en la práctica– ya aplicando por los operadores en el campo de la citricultura española, nos gusten estas más o menos. Desde cooperativas, no hemos sabido entender, sinceramente, las motivaciones para negar esa posibilidad ‘de mínimos’. Nuestra organización es la menos concernida por esta cuestión, a pesar de lo cual hemos intentado mediar entre las dos posiciones desavenidas. Ha sido sin éxito ¡Lo lamento!
El segundo objetivo debería haber sido irrefutable. Irrefutable, a la vista de los varios factores que confluyen actualmente y que nos obligan a remangarnos –todos– ineludible y urgentemente para mejorar la posición de nuestras naranjas y mandarinas en los mercados, aprovechando los apoyos a la promoción a nuestro alcance: la cofinanciación por la UE (de hasta el 80%) y la herramienta recaudatoria de la extensión de norma. Citaré cinco de esas razones ineludibles: 1. La grave tendencia a la baja del consumo de cítricos; 2. La creciente presión de las importaciones hacia la UE de producto de terceros países y la necesidad de poner en valor el ‘made in EU’ para diferenciarse en el mercado comunitario y atraer y fidelizar al consumidor europeo; 3. Los vientos –insuflados desde la opinión pública y de las administraciones– que corren a favor de una dieta más saludable, más vegetal; 4. La necesidad de recuperar para nosotros los atributos positivos que son propios y característicos de las frutas y hortalizas frescas pero de los que se está apropiando la industria de ultraprocesados... 5. La demostración, por la experiencia, de que cuando los distintos actores del sector han colaborado para hacer promoción, el trabajo en común fue muy eficaz.
A pesar de todos esos argumentos de peso, tampoco hemos sido capaces de reunir los suficientes apoyos para este tipo de iniciativa. ¡Lo lamento mucho más!
Bucle incomprensible y absurdo
Después de estos dos últimos años, no podemos ocultar (y no hemos podido evitar) que la interprofesional se encuentra en un bucle: no homologamos un contrato que sin embargo utilizamos generalizadamente, y condicionamos el relanzamiento de la actividad promocional a la existencia de esa homologación, imposibilitando así emprender la iniciativa que todo el sector –todo– considera que es prioritario... Es un bucle incomprensible y absurdo, en el que Cooperativas Agro–alimentarias de España se encuentra atrapada con enorme impotencia y frustración. Volvimos a dejar pasar el tren de la convocatoria de ayudas comunitarias a la promoción (convocatoria 2024) y percibimos que este barco no llegará a ningún puerto.
Ese bucle es ya insostenible y, llegados a este punto, nuestros órganos de gobierno han decidido salir de él. Reorientar nuestros esfuerzos. No estamos siendo útiles quedándonos en esa posición. Por eso, pedimos disculpas si quedaba alguna baza que no hemos sido capaces de jugar y decidimos dar un paso atrás. Un paso hacia fuera. Hasta aquí hemos llegado las cooperativas como miembros de Intercitrus.
Tengo la firme convicción de que esta decisión de nuestros socios no es destructiva, es constructiva. Ponemos un punto y aparte y, desde ya, estamos a disposición y apoyaremos incondicionalmente cualquier iniciativa que el sector citrícola español pueda imaginar para el futuro, que tenga por objetivo prioritario la promoción que tanto necesitamos, así como tantos otros proyectos en los que podríamos colaborar (el seguimiento de los mercados intra y extra comunitarios, la innovación, la apertura de mercados en terceros países, la adaptación del sector a la creciente regulación medioambiental y de sostenibilidad, seguir reivindicando una política comunitaria de protección fitosanitaria en frontera eficaz serían algunos de ellos).
Respecto a ese futuro proyecto -nuevo o renovado- que espero que algún día prospere para bien de nuestros productores de naranja y mandarina, sugeriría, que apliquemos las lecciones aprendidas en estos años y, a modo de despedida, me atrevería a destacar 5 de esas lecciones:
A pesar de las diferencias entre eslabones de la cadena y organizaciones, existen motivos e instrumentos para colaborar y trabajar en objetivos comunes en el sector de las naranjas y las mandarinas español (y europeo) y grandes posibilidades de éxito, si sobreponemos el interés general del sector, por encima de objetivos cortoplacistas o personalistas.
La fórmula de la interprofesional, que está funcionando en tantas otras producciones puede servir también a nuestro sector, aunque corrigiendo ciertas limitaciones que en su día nos autoimpusimos. Dos ejemplos: adoptar las decisiones por unanimidad, debe ser un objetivo, pero no una obligación; la presidencia plurianual (y no rotatoria cada año) es necesaria para dar cierta estabilidad al proyecto y comprometer más a sus miembros.
La ubicación de la sede no puede condicionar ni servir de excusa para que nadie quede fuera del proyecto: en el contexto actual, donde el teletrabajo, las conexiones online y otras herramientas colaborativas han facilitado enormemente la conexión a distancia, la sede social puede estar en cualquier región productora, o en Madrid, o en Finisterre, o ser itinerante o virtual... y esa ubicación no debería condicionar en nada la actividad de la organización.
Necesitamos a todos los eslabones de la cadena y a todos los representantes; nadie que quiera contribuir debería quedar fuera; tenemos demasiadas tareas pendientes de interés general, como para prescindir de ningún músculo.
Siendo conscientes de la amplitud del margen de maniobra de una interprofesional y teniendo en cuenta los intereses de las partes, deberíamos centrarnos en sacar adelante el objetivo de la promoción (objetivo urgente, necesario e incontestable) y, además, ampliar el radio de acción hacia los otros objetivos compartidos.