Nuevos problemas fitosanitarios y tendencias en la protección vegetal en frutales
Autores:
A. Monserrat, S. Alcázar, M. Durán, M.C. Martínez, C. Ros, M.M. Guerrero
IMIDA, Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental.
Publicado en Revista de Fruticultura nº86
RESUMEN
Una gran variedad de artrópodos, hongos, bacterias, virus y plantas, entre otros, son orígenes de plagas, plagas que tienen la capacidad de evolucionar y adaptarse a los cambios que se producen en las condiciones ambientales, en las técnicas de cultivo o en las estrategias de control, y que implican una de las mayores amenazas para la producción agraria.
Actualmente se están produciendo cambios muy rápidos en la problemática fitosanitaria de los frutales derivados, entre otras causas, por el cambio climático, una mayor globalización, la introducción de nuevas prácticas agronómicas, cambios en las herramientas disponibles de control o una mayor diversidad de frutales y de variedades en las mismas zonas.
Todo ello, unido a las nuevas directrices en las políticas agrarias europeas, está marcando las nuevas tendencias fitosanitarias, con una mayor probabilidad de colonización de plagas secundarias, nuevas introducciones de foráneas y problemas de resistencias cada vez más frecuentes, lo que implica nuevos retos para los fruticultores y nuevos riesgos para la sostenibilidad de nuestros sistemas productivos.
Palabras clave: Plagas, Sostenibilidad, Cambio Climático, Globalización.
ABSTRACT
Changes in pest problems in fruit trees and in their strategies of control. A wide variety of arthropods, fungi, bacteria, viruses and weeds, among others, are sources of pests, pests that have the ability to evolve and adapt to changes that occur in environmental conditions, in cultivation techniques or in control strategies, and which imply one of the greatest threats to agricultural production.
Very rapid changes are currently taking place in the phytosanitary problems of derived fruit trees, among other causes, due to climate change, greater globalization, the introduction of new agronomic practices, changes in the available control tools or a greater diversity of fruit trees and of varieties in the same areas.
All this, together with the new guidelines in European agricultural policies, are marking the new phytosanitary trends, with a greater probability of colonization of secondary pests, new introductions of foreign ones and increasingly frequent resistance problems, which implies new challenges for fruit growers and new risks for the sustainability of our production systems
Key words: Pests, Sustainability, Climate change, Globalization.
as plagas suponen una de las mayores amenazas para los cultivos. Su manejo en las agriculturas más avanzadas y seguras, como las europeas, se basan en lo que se ha venido a definir como Gestión Integrada de Plagas “GIP”, en las que se anteponen los sistemas de prevención disponibles y se da prioridad a las herramientas de control biológico y tecnológico, frente a las químicas.
Las plagas, causadas por organismos vivos de muy diversos orígenes, son oportunistas que se caracterizan, en su conjunto, por una gran capacidad de adaptación. Esta adaptación puede ser fruto de la sustitución de unas plagas por otras o bien por la evolución de las poblaciones de una especie, mediante selección de los individuos mejor adaptados.
Entre los factores que pueden determinar cambios sustanciales en la problemática de plagas en fruticultura, y en la agricultura en general, destacan los derivados del “Cambio climático”, de una mayor “Globalización”, cambios en las prácticas de cultivo, en las herramientas de control disponibles, en una mayor diversidad de frutales o una mayor biodiversidad en las explotaciones. Cambios en las políticas agrarias europeas y nacionales, determinadas imposiciones de los mercados y nuevas tendencias de la sociedad, están tensionando los modelos productivos y la capacidad de manejo de plagas.
El cambio climático, con incrementos en las temperaturas medias, ejerce un importante efecto sobre las plagas, afectando a sus áreas de distribución, sus ciclos biológicos o equilibrios biológicos. Así, Ceratitis capitata ha ido incrementado su presión a nuevas áreas geográficas y épocas de riesgo, en zonas en las que hace tan solo unas décadas pasaba totalmente desapercibida.
Estos incrementos de temperaturas están afectando a los ciclos biológicos, reduciendo los periodos de diapausa y, por lo tanto, incrementando los periodos de actividad, el número de generaciones que es capaz de completar o la tasa de supervivencia invernal. Este efecto es muy significativo en determinadas especies–plaga de hortalizas, como aleuródidos y algunos lepidópteros, pero también en dípteros de frutales y en tisanópteros. Si tenemos en cuenta el potencial biótico de la mayoría de plagas, como estrategas de la “r”, la posibilidad de completar una generación adicional puede implicar un crecimiento exponencialmente de su presión sobre las plantaciones.
Las plagas implican una gran amenaza para la producción de frutas.
La globalización implica un mayor trasiego de personas, vehículos y mercancías, y con ellas de plagas asociadas a determinados productos agrícolas. A pesar de la intensificación en los controles oficiales en las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE), la dificultad de localizar algunos estadios de las plagas, sobre los grandes volúmenes de mercancías que se mueven, favorece la posibilidad de entrada de nuevos organismos. Además, la apertura de fronteras interiores en la UE facilita su dispersión, mientras que las técnicas de manejo de plagas actualmente utilizadas, cada vez más específicas y selectivas, favorecen la supervivencia de los pocos individuos foráneos que puedan alcanzar accidentalmente a una plantación y la posterior colonización de toda la región.
Así, durante los últimos años estamos viendo, casi impotentes, como nuevas plagas amenazan nuestras plantaciones, entre las que podríamos citar Drosophila suzukii, coccinélidos en cítricos, Eurytoma en almendro o enfermedades derivadas de Xylella fastidiosa en algunas regiones.
Cambios en las técnicas de cultivo y prácticas de manejo de las plantaciones tienen también una gran influencia sobre el desarrollo de plagas. La implantación de riego localizado y prácticas de “no–laboreo”, con un mejor aprovechamiento de recursos hídricos y potencial productivo, afecta a importantes plagas de los frutales que pasan parte de su vida en el suelo. Así, Ceratitis, que suele hibernar en fase de pupa en el suelo, y que sufre mermas muy importantes con el laboreo, mantiene una mayor tasa de supervivencia invernal, lo que favorece una mayor presión de plaga en cuanto se dan condiciones favorables para su emergencia, puesto que partirá de unos mayores niveles poblacionales.
En el caso de gusano cabezudo Capnodis tenebrionis, cuyos huevos se localiza en el suelo y de los que emergen las larvas que tienen que alcanzar a las raíces para sobrevivir, a diferencia de las técnicas clásicas de laboreo, el no–laboreo favorece un sistema radicular más superficial y accesible a las larvas, lo que incrementa la sensibilidad de las plantaciones a esta peligrosa plaga.
La introducción de acolchados plásticos, que limitan las emergencias de hierbas y evitan pérdidas de agua por evaporación, puede dificultar el intercambio gaseoso en el suelo, favoreciendo con los años problemas de asfixia radicular y una mayor sensibilización frente a hongos telúricos, como Phytophthora.
Cambios en técnicas agronómicas, que mejoran determinados aspectos, pueden incidir en la sensibilidad del cultivo frente a plagas.
La introducción de acolchados plásticos, que limitan las emergencias de hierbas y evitan pérdidas de agua por evaporación, puede dificultar el intercambio gaseoso en el suelo, favoreciendo con los años problemas de asfixia radicular y una mayor sensibilización frente a hongos telúricos, como Phytophthora.
El incremento en el material vegetal disponible, con variedades que pueden adaptarse a nuevas zonas climáticas y fechas de recolección, permite una mayor amplitud en los periodos de disponibilidad de frutas, pero también cambios en la problemática fitosanitaria. Así, el desarrollo de la fruticultura en zonas especialmente cálidas, con inviernos no limitantes para la actividad de plagas como trips y presencia de otros cultivos que mantienen sus niveles poblacionales, como determinadas hortalizas, puede favorecer una enorme presión sobre esos frutales.
La combinación de diferentes especies frutales y de variedades, que permiten disponer de una recolección escalonada en las mismas explotaciones, influye también en los problemas de plagas. De esta forma, el habitual incremento de poblaciones plaga, como Ceratitis, que suele producirse en fases de recolección de unas variedades, cuando no pueden realizarse tratamientos fitosanitarios y queda fruta sobremadura en árboles y suelo, incrementará la presión para otras variedades más tardías. Algo similar hemos observado con Drosophila suzukii en cerezo, cuando se trabaja con diferentes variedades que alargan el periodo de recolección en la finca.
Las limitaciones para poder quemar los restos de poda llevan a algunos productores a acumularlos en zonas de las explotaciones, sobre los que pueden proliferar plagas como barrenillos o mantener otras, como Eurytoma, lo que incrementa la presión sobre las propias plantaciones.
El incremento en la presión de plagas, como Ceratitis, está relacionado con el cambio climático, las técnicas de manejo de suelos y una mayor diversidad de frutales y variedades (izda.). En otros casos, como Drosophila suzukii, puede haberse visto favorecida con la “globalización” (dcha.).
El incremento en la “biodiversidad” en explotaciones de frutales, con mantenimiento de cubiertas y setos vegetales, incide también en la dinámica de plagas, con reducción de unas, que pueden verse limitadas por unas mayores poblaciones de artrópodos beneficiosos, y mayores riesgos con otras, a las que pueden servir de reservorio o de soporte para completar sus ciclos. Una situación especial, lo constituye Philaenus y otros vectores potenciales de Xylella fastidiosa, que requieren de una vegetación herbácea, sobre la que se realizan las puestas y se alimentan las ninfas, asociada a una vegetación leñosa, entre la que los frutales son hospedantes, sobre la que se refugian y alimentan los adultos. De introducirse Xylella en la región, una mayor biodiversidad, con ecosistemas agrarios que combinan ambos tipos de vegetación, podría implicar también un mayor riesgo de las enfermedades asociadas a esta bacteria.
Poblaciones de ratas, ratones, topillos o conejos, pueden verse también favorecidos con la vegetación, constituyendo plagas que generan daños a los árboles, a las cosechas o a los sistemas de riego localizado, y que pueden implicar también riesgos para la salud de los trabajadores al favorecer, con frecuencia, una mayor presencia de garrapatas.
En sentido positivo o negativo, según los casos, la biodiversidad que aporta la vegetación influye sobre la presión de plagas.
Con el desarrollo de los fitosanitarios de síntesis, durante la segunda mitad del siglo pasado, el control de plagas comienza a basarse, casi exclusivamente, en estos productos. Su gran eficacia, rápido efecto, facilidad de uso y bajos costes, favorecieron su uso masivo durante una época con muy poco control y consciencia del riesgo que podían implicar, tanto para los consumidores como para el medio ambiente y, muy especialmente, para los aplicadores y resto de trabajadores agrarios.
A partir de la década de los ochenta del siglo XX, la situación comienza a cambiar, buscando una mayor racionalización y seguridad, con mayores exigencias para los registros, retiradas de materias activas de mayores riesgos, controles de usos y el desarrollo de nuevos conceptos, como el de “Tratamientos Integrados de Plagas”, “Producción Integrada” y, en la actualidad, “Gestión Integrada de Plagas” (GIP).
La GIP implica una gran profesionalización, dado que hay que evaluar con precisión los riesgos y tomas de decisiones, introducir las medidas de prevención posibles y priorizar las herramientas biológicas y tecnológicas. El uso de Productos Fitosanitarios “PF” pasa a ser una actividad muy controlada, solo en manos de personal cualificado para su prescripción, adquisición y aplicación, con protocolos de trazabilidad y el empleo de equipos de tratamientos registrados e inspeccionados periódicamente. Los controles sanitarios actuales nos permiten presumir de vivir en el periodo de mayor seguridad alimentaria de toda la historia y así lo declara la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, 2019).
Las herramientas biológicas (fitosanitarios microbiológicos y artrópodos depredadores y parasitoides), las tecnológicas de captura masiva basadas en atrayentes alimenticios, cromatrópicos y/o feromonas, las de confusión sexual y otras tecnologías, están teniendo un importante desarrollo en estas últimas décadas, con un gran potencial sobre el que hay que seguir avanzando. Como ejemplos en fruticultura podríamos citar el amplio uso que se realiza con la confusión sexual sobre Anarsia, Grapholita o Cydia pomonella o la captura masiva sobre Ceratitis.
Los métodos biológicos y tecnológicos adquieren una gran importancia en la GIP en frutales. A pesar de ellos, los productos fitosanitarios siguen siendo una opción fundamental para algunas situaciones.
En el caso de las herramientas químicas, basadas en los PF de síntesis, además de haber pasado de un uso masivo y descontrolado a una gran profesionalización y vigilancia, la disponibilidad de estas herramientas está cambiando sustancialmente, con una tendencia a reducir, cada día más, las materias activas autorizadas, a restringir las condiciones de uso de las que quedan y a unos precios cada vez más elevados.
Los PF, al igual que sucede con los medicamentos en sanidad humana, son productos potencialmente peligrosos, pero de los que se puede hacer un uso seguro, y constituyen la opción más conveniente para muchas situaciones. Sus excesivas restricciones, lejos de incrementar la seguridad alimentaria y medioambiental, puede poner en riesgo la sostenibilidad de nuestros sistemas productivos, entendiendo como tal la capacidad de producir alimentos seguros y accesibles, capaces de cubrir las necesidades de los consumidores, de una forma competitiva y rentable, y en unas condiciones en las que seamos capaces de seguir produciéndolos en el futuro (y con la capacidad de adaptación a nuevos escenarios de cambio climático, globalización y poblaciones crecientes).
La excesiva reducción de materias activas disponibles y restricciones adicionales está generando importantes problemas, con plagas para las que no quedan soluciones eficaces, con un rápido desarrollo de resistencias o con la selección de plagas secundarias que pasan a principales.
Es necesario seguir avanzando en seguridad alimentaria, sostenibilidad y medio ambiente, pero con criterios técnicos y científicos, valorando las ventajas e inconvenientes de nuestros sistemas de producción (y de las herramientas de manejo de plagas necesarias) y sopesando qué consecuencias pueden tener a medio y largo plazo algunas de las decisiones y restricciones. De lo contrario nos podremos encontrar con un problema en nuestra capacidad de producción y autonomía alimentaria.