Entrevista a Santiago Niño–Becerra, economista

Entrevista a Santiago Niño–Becerra, economista

‘La única vía de supervivencia para el productor de fruta es lograr una sola voz ante la distribución’

Economista, Doctor en Economía; después de desempeñar diversos puestos en empresas del sector siderúrgico, y durante casi tres décadas ser catedrático de Estructura Económica en el Instituto Químico de Sarrià (IQS) de la Universidad Ramon Llull (URL) de Barcelona, ahora es catedrático Emérito de la URL. En marzo publicó ‘Futuro, ¿Qué Futuro?”. Impulsor, con su libro ‘El crash’, publicado en 2010, de la teoría del crash económico que derivó en la anterior crisis, considera que no estamos en un escenario diferente, sino en otro estadio nuevo de una situación que se inició en 2008 y que se transforma de forma constante. Simplemente, fenómenos como la Covid–19 y la guerra desatada tras la invasión de Rusia a Ucrania han acelerado el proceso. Para un sector con una oferta tan atomizada como el de la fruta, recomienda fórmulas de concentración, unión y cooperación para afrontar con más garantías las negociaciones con los gigantes de la distribución.

 

Encarecimiento de la energía, el conflicto en Ucrania, la rotura de las cadenas logísticas. El momento actual parece una tormenta perfecta, pero usted prefiere hablar de la resaca de la inyección de anfetaminas desde el año 2012. ¿A qué se refiere?

Básicamente a que ahora no estamos empezando una crisis o recesión. En 2007, se constató que el modelo que se había implementado tras la segunda Guerra Mundial se agotó. A pesar de eso, hay que dejar claro que no finaliza el sistema, si no el modelo. El capitalismo seguirá. En 2008, la crisis se evidenció en las finanzas, en 2010 fue la deuda y dos años después, llegó la recuperación vía las anfetaminas. Es decir, se inyectó dinero gratis a través de los bancos centrales. La situación era insostenible, pero el virus de la Covid–19 y el conflicto en Ucrania han sido como un turbo que han acelerado el proceso. Ya antes de 2020, muchas empresas se planteaban el retorno de ciertas producciones que se realizaban en el sudeste asiático porque ya no eran tan competitivas.

Ahora, salimos de un verano que ha sido una especie de ‘carpe diem’, en el que la consigna era gastar y consumir. Estamos inmersos en las consecuencias de lo que se ha ido cociendo en los últimos años. Todo finalizará con una cierta estabilidad, pero el precio a pagar será una mayor concentración de capital y la producción, procesos de automatización y el incremento de la desigualdad social. En la economía en general, la automatización de las tareas no provocará un incremento del paro, más bien un aumento del subempleo. Creo que, en este ámbito, la Reforma Laboral ha puesto la venda antes de la herida y, aunque ha logrado delimitar la figura del fijo discontinuo, disparará el empleo a tiempo parcial.

En sus últimas apariciones, vaticina una nueva crisis bancaria, un colapso industrial y de los hogares, que se trasladará a la economía. ¿Cómo lo podemos confrontar?

La inflación, ahora tan elevada, será temporal, pero como mínimo persistirá durante 2022 y 2023, quedándose en el 2% en 2024. Esas son las previsiones del Banco Central Europeo. Se reducirá la inflación, pero su incremento no se soluciona subiendo los tipos de interés, ya que se trata de una crisis de la oferta, por lo que la única opción es disminuir la demanda. El nuevo estadio de la recesión que se inició en 2007 nos traerá inflación de oferta, escasez de suministros, combinado con sequías extremas y récords de calor. A partir de ahora, el escenario es de expectativas a la baja e incertidumbre al alza.

‘Mi percepción como consumidor es que la calidad de la fruta ha disminuido, se ha producido una pérdida’

¿Y qué papel jugará el sector financiero en la crisis que se avecina?

El panorama es que la concentración bancaria se va a agudizar en un horizonte de unos 10 años. Después de ese periodo, tan solo van a quedar cinco grandes grupos bancarios en toda Europa. Será un nuevo sector en el que triunfará la concentración de la oferta. Lo mismo sucede en el transporte de contenedores marítimos, en el que el 70% del volumen lo controlan cuatro grandes empresas y nadie se rasga las vestiduras. Un ejemplo de la perpetuación del sistema económico capitalista lo encontramos en la forma en que las corporaciones colocan a los suyos en las instituciones políticas. Los políticos tradicionales cada vez pintarán menos. Otro indicador son los presupuestos nacionales, que los elabora cada país, pero que primero han de contar con el visto bueno de Bruselas, que debe aceptar elementos como el techo de gasto o la previsión de déficit. Estamos ante una autonomía inexistente de la política con las elecciones como un ritual sin demasiado contenido.

La incertidumbre económica ya alcanza la garantía del suministro y el acceso a los alimentos básicos, como puede ser la fruta, y a un precio asequible. ¿Cómo debe afrontarlo el sector?

Se trata de un ámbito con la producción bastante atomizada. Este fenómeno dejará de existir. De forma crónica, el gran problema de la fruticultura es la gran diferencia entre el precio que percibe el productor y el de venta al público. Ante esta tendencia, solo queda concentrar la oferta con fórmulas de cooperativismo. El objetivo y la única vía de supervivencia para el productor de fruta es lograr una sola voz ante la distribución. Si la oferta se disgrega y yo, como consumidor, tengo un abanico de sitios donde elegir, todavía se encarece más el precio final. Partiendo de la base que las voces de la producción tienen poca fuerza, si la oferta se extiende, aún se va a reducir más, los mayoristas impondrán su visión y los precios aún se elevarán más. Al sector productor, se le ha de convencer argumentando que con una sola voz ante la distribución, las negociaciones irán a mejor.

A este fenómeno, hay que sumar que el consumo de fruta se encuentra por debajo de los registros de la pandemia.

Mi percepción como consumidor es que la calidad de la fruta ha disminuido, se ha producido una pérdida. En mi caso, que mi fruta preferida es el melocotón, consumo menos porqué noto que es peor. A nivel global, la caída del consumo se vincula a una menor renta disponible. Es cierto que se han implantado tratamientos para alargar la vida útil del producto, pero en términos reales el precio que paga el consumidor por el melocotón es más caro que hace 20 años y la calidad ha bajado. Si efectuamos la extrapolación, el productor está ganando menos que hace dos décadas. Entonces, si el consumidor y el productor han perdido, alguna figura se está beneficiando. Es la que todos estamos pensando.

En un contexto del sector de la fruta con una oferta atomizada y una concentración del capital, ¿cómo se defiende un pequeño agricultor frente a la distribución?

Antes de nada, comentar que la atomización es una cuestión de voluntad. En Italia, no existe. Insisto en que el paso fundamental es hablar con una sola voz. Los fruticultores tienen que escoger a alguien con capacidad, que genere confianza para enfrentarse con la distribución. En caso contrario, lo único que se consigue es fortalecerla. Pese a ser un contexto y un producto diferente, en EE. UU., el precio del maíz ha estado estancado durante 20 años, sin margen de negociación para los productores, que se han tenido que adaptar. Mi apuesta sigue siendo por las fórmulas cooperativas, pero estas no se pueden imponer, han de estar en los genes. El cooperativismo está reñido con el individualismo. El camino pasa por colaborar, ya que solo, en el contexto actual, no se va a ninguna parte.

‘La venta directa de fruta es una fórmula viable, siempre que se pueda concentrar la oferta y esta represente a un número amplio de productores’

¿La venta directa de fruta puede ser una vía para mejorar la situación del productor?

Es una fórmula viable, siempre que se pueda concentrar la oferta y esta represente a un número amplio de productores. Si no se consigue desarrollar esta estrategia u otras similares, sufriremos el cierre en cadena de explotaciones, la llegada de capital exterior y de fondos de inversión que se quedarán los terrenos a un precio muy asequible. Hablar con una sola voz… El individualismo no está de moda. El nuevo modelo implica fomentar la cooperación, la concentración y la unión a través del uso de la tecnología.

Los fruticultores son suministradores habituales de un canal, como el de la restauración, del que usted augura cierres y reconversiones. ¿Hacia dónde pueden reorientar sus ventas?

Como contexto general, parece claro que la crisis provocará el cierre de restaurantes y cambios en las tendencias de consumo. Es lo que se ha bautizado como la ‘teoría del táper’, en la que se ha producido un aumento del interés por los libros que incluyen recetas de comida para llevarlas en este utensilio. Las personas que están trabajando ya no irán tanto al restaurante, sino que se llevarán el táper de casa. Aunque es cierto que en esta evolución, sobrevivirán las grandes corporaciones, que cuentan con colchones financieros y logísticos, todavía se perciben nichos de mercado.

En el caso de los productores de fruta, en un escenario marcado por la caída de la renta y el poder adquisitivo, que potenciará el ‘low cost’, sumado a la necesidad de ahorrar energía y retomar el teletrabajo siempre que sea posible, han de ser capaces de aprovecharse de los cambios del consumo. Ante el hundimiento del retail en la restauración, es el momento de las oportunidades de la distribución online a pequeña escala. A través de la tecnología y las nuevas formas de comunicación, se puede crear un segmento de mercado cada vez más importante.

Por último, ¿qué le parece la propuesta de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, sobre limitar el precio de algunos alimentos básicos de la cesta de la compra?

Pienso que la utilidad será muy limitada o nula a no ser que la oferta de esos bienes sea muy superior a la demanda. Sino lo es, los productores tratarán de exportar a fin de obtener precios más elevados. Al margen de que pienso que, con la actual legislación, eso supondría una intervención de los mercados y debería ser autorizado por la Comisión Europea.

David Rodríguez, Barcelona.

Publicado en Revista de Fruticultura nº89

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