Recuperación de variedades de albaricoquero tradicionales

[[{"type":"media","view_mode":"media_large","fid":null,"attributes":{"class":"media-image alignright size-full wp-image-674","typeof":"foaf:Image","style":"","width":"300","title":"Frutos de albaricoque","alt":""}}]]Logran extraer los genes maternos de varias semillas de albaricoque recogidas en los años 50 y 60

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Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han recuperado el ADN de variedades de albaricoquero (Prunus armeniaca) que se cultivaban en España hace más de medio siglo. Los científicos han logrado extraer los genes maternos de la envoltura de varias semillas de albaricoque conservadas a temperatura ambiente desde los años 50 y 60 del siglo pasado. Tras comparar este material genético con las variedades vivas de los bancos de germoplasma, han podido averiguar cuáles de las que existían entonces ya se han perdido.

Las semillas llevaban más de medio siglo en un sótano de la Estación Experimental de Aula Dei del CSIC sin que nadie supiese el tesoro que escondían. Procedían de un amplio trabajo de cartografía de frutales de hueso y pepita recogidos en la Península Ibérica, en los años 50 y 60, por el investigador Joaquín Herrero y sus colaboradores.

Las cuidadas etiquetas ponían en evidencia que muchas de estas variedades ya habían desaparecido. Una cultura en la que nuevo es sinónimo de bueno está redundando en una considerable erosión genética de variedades tradicionales en distintos cultivos. Mientras que las nuevas variedades están adaptadas a los gustos de mercado de hoy en día, el abandono de las viejas variedades lleva consigo la pérdida de valiosos genes, en muchos casos, seleccionados empíricamente durante cientos de años. Por ello, se está estableciendo una clara concienciación y esfuerzo en la recuperación de variedades antiguas. Sin embargo, uno de los problemas a los que se enfrenta la recuperación de estas variedades es que muchas veces uno se encuentra árboles centenarios, de los que ya nadie recuerda el nombre, junto con que frecuentemente es difícil saber el material vegetal que verdaderamente vale la pena prospectar.

«Teníamos los huesos, pero para poder saber cómo era la planta que produjo ese fruto hace 60 años teníamos que encontrar material genético idéntico al de la madre. Ese ADN lo encontramos finalmente en la cubierta de las semillas, esa piel marrón que recubre las almendras», explica el investigador en el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora (CSIC) Iñaki Hormaza, uno de los autores del artículo que aparece publicado en el último número de la revista PLoS One.

La nueva técnica sirve para obtener “la huella dactilar” de variedades de plantas antiguas y ver en qué lugares se han cultivado. «Tras obtener el patrón genético de estas variedades antiguas y compararlo con el de las variedades conservadas actualmente, hemos visto qué material y qué zonas de cultivo hay que priorizar para llevar a cabo una recuperación. Este método es válido para otras especies en las que probablemente las semillas duerman en algún sótano», destaca Hormaza.

Martín, M.; Herrero, J.; Hormaza, I. Molecular characterization of apricot germplasm from an old stone collection. PLoS One. DOI: 10.1371/journal.pone.0023979. www.csic.es

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